Territorio vivo
Fotografía: JAG Studio
Entre la inmensidad del paisaje andino, la arquitectura se convierte en un diálogo silencioso entre el objeto y la naturaleza. Casa El Pastizal, diseñada por la firma ecuatoriana Diez + Muller Arquitectos, surge de esta premisa, integrándose con el entorno a través de un volumen fragmentado que no se impone, sino que se funde con la topografía, hundiéndose y emergiendo con una naturalidad casi orgánica.
La casa se despliega en un equilibrio sutil entre la tierra y el cielo, en busca de vistas distantes y resguardos íntimos, siempre en sintonía con el paisaje. El recorrido es tan importante como el destino: desde el subsuelo hasta su elevación final, la vivienda se revela poco a poco, en un juego de perspectivas y sombras que conducen la experiencia. A través de patios, miradores y umbrales, la inmensidad del entorno se domestica sin perder su grandeza, ofreciendo una escala humana que invita al resguardo y la contemplación.
La materialidad es honesta y expresiva, con un sistema estructural que equilibra solidez y ligereza. El hormigón sostiene grandes luces y se fusiona con la vegetación que lo cubre, mientras la luz y el viento esculpen los espacios.